dimarts, juliol 13, 2004

Aportació del CEDESC

El Centre d'Estudis i Debats d'Esquerra Socialista de Catalunya ante el 10º Congreso del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE)

PROTAGONISTAS DEL SIGLO XXI: ¿QUÉ DEBEMOS PROTAGONIZAR?


Acabado el ciclo electoral, que nos ha llevado en trece meses de comicios municipales a europeos, pasando por autonómicos y generales, y ya realizado también el Congreso Federal de los socialistas españoles, nos encontramos ahora, en Catalunya, a las puertas de nuestra propia asamblea mayor.

En el Centre d’Estudis i Debats de l’Esquerra Socialista de Catalunya (CEDESC), esta sucesión de elecciones a todos los niveles nos ha brindado la ocasión, y así lo hemos hecho, de elaborar propuestas y programas de actuación para cada ámbito territorial. Llegado es entonces el momento de, al igual que en anteriores congresos del PSC, ofrecer nuestra modesta y leal aportación a los debates políticos que, ya en la frontera del tiempo vacacional, abordará el conjunto de los socialistas catalanes.

QUIÉNES SOMOS

Sin embargo, antes de formular tal aportación es necesario reiterar quiénes somos, especialmente para los jóvenes militantes que van tomando el relevo en el socialismo de Catalunya y, de entre ellos, muy directamente, para aquellos y aquellas que por primera vez son honrados por sus compañeros con la condición de delegados.

El CEDESC (Centre d’Estudis i Debats de l’Esquerra Socialista de Catalunya), albacea del legado político de la Corriente de Opinión del PSC, Esquerra Socialista, es una Asociación autónoma, con personalidad jurídica propia e inscrita en el Registro de Asociaciones de la Generalitat desde el 26 de febrero de 1996, con el número 17.713. Sus objetivos se podrían sintetizar en los dos siguientes enunciados tomados en parte de nuestros estatutos:

a) La afirmación, defensa y práctica consecuente de los valores y principios tradicionales del socialismo democrático: libertades democráticas, igualdad, justicia y solidaridad internacionalista.

b) Defender el socialismo democrático como proyecto político y económico de ámbito supranacional, firmemente comprometido en remover las estructuras económicas actuales con el fin de abordar con seriedad los graves problemas de nuestro tiempo: paro, explotación y desequilibrio Norte-Sur, guerras, terrorismo y proliferación armamentista, discriminaciones de toda clase - y en especial por motivos raciales -, destrucción de los recursos naturales, etc.

“PROTAGONISTAS DEL SIGLO XXI”

La ponencia-marco, seguramente por abrirse con el tercer milenio un nuevo ciclo histórico, reflexiona sobre los “Protagonistas del siglo XXI”. Por nuestra parte, queremos reflexionar sobre tal protagonismo y preguntarnos ¿qué debemos protagonizar? Preguntarnos, en fin, sobre los contenidos. Y hacerlo, claro está, teniendo como referencia los 125 años del PSOE y la experiencia acumulada en la vida, más breve pero de intensa acción política, del Partit dels Socialistes de Catalunya.

POR ENCIMA DE FRONTERAS

La asunción generalizada de la “mundialización” y el extraordinario incremento de la influencia de las relaciones internacionales en todos los temas que afectan al ciudadano de cualquier país, obliga al socialismo democrático a dotarse seriamente de una organización eficaz de ámbito internacional y del consiguiente proyecto programático. Pensamos, y así lo decimos, con toda rotundidad, que en los albores del siglo XXI, un proyecto socialista reducido a un estado o a una nación, encerrado en si mismo, se torna conservador y regresivo y es un obstáculo en la búsqueda de una justa cooperación internacional, si la misma pretende ser duradera y extender el imperio de la paz, de la libertad, de la justicia social, del equilibrio de bienes y recursos en el mundo.

Creemos firmemente en que el socialismo democrático debe jugar un papel relevante y trascendental a nivel internacional y, sin embargo, se tiene la sensación de que no parece haberse propuesto un debate serio, profundo e intenso, sobre las enormes transformaciones habidas en el mundo en las últimas décadas, casi inabarcables desde una perspectiva individual. Esa falta de encuentro y puesta en común del socialismo internacional –¡tan necesaria entonces para diferenciarse y pasar a la ofensiva!-- no se produjo cuando la caída del muro de Berlín (1989) y el posterior efecto dominó que alcanza prácticamente hasta nuestros días. Los conflictos balcánicos tampoco ofrecieron pronunciamientos claros del socialismo democrático internacional que, en lugar de plantear proyectos comunes y coordinados, pareció inhibirse como colectivo supranacional y aceptar la inhibición de la propia Unión Europea a favor de la Alianza Atlántica en un conflicto de alcance territorial estrictamente europeo.

Recordando las justificadas --y aún así prudentes y comedidas-- críticas de Miguel Ángel Moratinos a la Internacional Socialista durante su intervención en la última Escola d’Hivern realizada en Tarragona por el PSC, creemos que el socialismo democrático internacional debe

1º- Articularse a nivel internacional con decidida voluntad de intervención y marcando una presencia prestigiosa y respetada y no reproduciendo a escala una organización de naciones en la que cada representación atienda sólo a sus intereses nacionales.

2º- Elaborar una estrategia común de acción política internacional en la que se parta siempre del respeto de todos a la autodeterminación y soberanía nacional de los pueblos, de la solución pacífica y en base a las reglas del derecho internacional (en las que no caben teorías de “guerra preventiva”, unilateralismos y dictaduras planetarias) de toda clase de conflictos.

Hoy por hoy abruma el palabrerío cómplice (tal vez involuntariamente cómplice, pero cómplice al fin) con las aberraciones e injusticias de la mundialización, con el que tecnócratas, “gestores” y neoliberales varios nos dicen que la única opción valida es la liberalización a ultranza por imperativos tecnológicos y que la economía libre de mercado es el único marco y concepto económico viable. Frente a ello, las grandes manifestaciones que se realizan contra la mundialización que nos imponen las transnacionales, contra la acción especulativa del capital, contra la lisa y llana expropiación del Derecho Internacional que practica la potencia hegemónica, no son sino una expresión de la inequívoca toma de conciencia de los sectores más combativos de la sociedad ante las decisiones de organismos no democráticos (OMC, FMI, BMD, G-5, G-8...) y de las Administraciones de los EE.UU. de América, cuya actuación perpetúa y profundiza las desigualdades, injusticias y guerras en el mundo.

Hay una sociedad, a nivel mundial, que ha empezado a reaccionar y en la que a buen seguro participan miles de militantes del socialismo. Sin embargo, más allá de la presencia individual de hombres y mujeres socialistas en tales manifestaciones, el socialismo democrático, como organización, debe confluir con éste amplio movimiento social para, en común, plantearse la consecución de nuevos objetivos políticos, económicos y sociales.

La elaboración de un plan de actuación del socialismo democrático, hace imprescindible una evaluación de los recursos a nivel mundial y la definición de cuáles son los bienes públicos que no pueden ser objeto de propiedad o comercio privado y especulativo (como el agua, por ejemplo). Un socialismo democrático creíble internacionalmente debe actuar abiertamente, sin titubeos, para terminar con las decisiones de “lobbies” privados que gobiernan en la sombra, sin ser elegidos democráticamente; debe hacer patente su opción por la nacionalización y redistribución de los recursos básicos de cada país.

Es preciso abrir un debate para encontrar un modelo alternativo a la lógica capitalista de producción que se basa en la utilización de todos los recursos posibles: desde las nuevas tecnologías hasta el asesinato de sindicalistas, desde la esclavización de mujeres en las maquilas centroamericanas hasta la compra de gobernantes corruptos, desde el criminal escándalo del manejo de las patentes farmacéuticas hasta la cruel explotación del trabajo infantil en el tercer mundo. Y todo ello con un único fin: fomento de hábitos ultraconsumistas y obtención de máxima plusvalía.

ANTE LA EVOLUCIÓN TECNOLÓGICA

El incesante y acelerado desarrollo de las nuevas tecnologías (que, digámoslo ya, deben ser medios y no fines), su incidencia en las comunicaciones, el relampagueante intercambio de la información a nivel planetario que propician, el formidable arsenal terapéutico que ponen al servicio de la medicina y la salud, la vertiginosa evolución del concepto de “fabricación” con la aparición de nuevos materiales casi milagrosos, son hitos históricos en el devenir de la humanidad.

No obstante, basta leer un par de páginas de cualquier informe reciente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo para comprender en qué inhumana medida, el proceso económico generado por las nuevas tecnologías y manejado por la burbuja financiera “global” que flota por encima de gobiernos y controles, está abismando las diferencias entre un pequeño puñado de sociedades ricas y miles de millones de personas hambrientas e indefensas.

Tal situación hace que en el CEDESC pensemos que el único debate posible sobre el avance tecnológico deba plantearse en términos de cómo aprovechar o, digámoslo pronto y bien, de cómo someter dicho avance para que sea, ante todo, un instrumento al servicio de la sociedad mundial en su conjunto y sin exclusiones. He aquí nuevamente una tarea que difícilmente puede ser abordada por otra fuerza, colectivo u organización que no sea el socialismo democrático articulado internacionalmente

CATALUNYA, ESPAÑA, EUROPA Y EL MUNDO.

Después de casi un cuarto de siglo de gobierno nacionalista y de derechas en Catalunya es tarea del PSC cambiar la cultura del lloriqueo que atribuyó a Catalunya la condición de ente territorial al margen y enfrentado al contexto que la rodea. Este país, bajo el liderazgo social y de gobierno del socialismo catalán, debe jugar un papel comprometido en la configuración de un Estado español progresista, democrático, justo y solidario, en estrecha interrelación con los socialistas del resto de comunidades y contribuyendo decisivamente a la configuración de España en un estado federal.

Pero, dicho esto sobre Catalunya y España, reiteramos que el siguiente círculo concéntrico de actuación del socialismo debe incluir la reafirmación del proyecto europeo mediante la intensificación de su contenido social, sin el cual se seguirán alimentando magnitudes abstencionistas que podrían dejar el sueño de unidad continental en un simple tratado económico y comercial.

El socialismo debe llevar hasta ese tercer nivel, el europeo, el empeño federal y la profundización democrática. La intervención de los ciudadanos europeos no puede quedar reducida a la elección de sus representantes en el Europarlamento. Debemos pensar, en cambio, en la participación de los ciudadanos mediante consultas, a través de referéndums, sobre determinados asuntos trascendentales, o en incentivar su expresión en iniciativas en la línea de los “presupuestos participativos” sobre temas concretos o áreas limitadas.

Es decir, que los trabajadores, que los ciudadanos de Europa, no sean bombardeados por el lenguaje abstruso y enrevesado de tratados de mercaderes y normativas de diplomacia y, por el contrario, se sientan en posesión de una capacidad de decisión sobre aquello que les es próximo.

LA CARTA SOCIAL EUROPEA. LA CONSTITUCIÓN EUROPEA

Es necesario ofrecer a todos los ciudadanos de Europa un proyecto social, garantizando unas comunes prestaciones sociales: educación, enseñanza, vivienda, asistencia sanitaria, pensiones, etc. Prestaciones justas y equitativas defendibles a todos los niveles internacionales pero que, en cuanto a nuestra unión continental, en este momento germinal de la llamada Constitución Europea, debe plasmarse sin dilaciones burocráticas en una Carta Social Europea. He aquí la responsabilidad del socialismo democrático, de sus militantes, de sus congresos, de sus partidos en el ámbito nacional, pero también de todos ellos articulados internacionalmente.

Valoramos muy positivamente el cambio producido frente al tema de la Constitución Europea con la llegada de los socialistas a la Generalitat y al Gobierno de España, así como la brillante tarea de Josep Borrell en la Convención, construyendo un texto democrático y laico.

Creemos además en la pertinencia de las reflexiones del propio Borrell cuando, con motivo de las jornadas organizadas por el CEDESC (con la colaboración de las federaciones de Barcelona y l’Hospitalet del PSC) sobre LA CONSTRUCCIÓN EUROPEA Y EL SOCIALISMO DEMOCRÁTICO, compartió ponencia y micrófonos con Vicent Garcés, Toni Ferrer, Jan-Luc Melenchon, Bernard Pignerol, J. A. Barrio, Celestino Corbacho y Miquel Iceta.

En resumen: esta nueva realidad supranacional debe dotarse de una Constitución (salvando la polémica jurídica sobre si Constitución o Tratado) democrática, laica, federal y socialmente avanzada, aspecto este último de capital importancia si queremos una identificación ciudadana con el proyecto. A partir de esa premisa, Europa debe consolidar sus instituciones: un Gobierno, un Parlamento robustecido en su papel, una política exterior común que nos convierta en un referente para otros hemisferios y en un sujeto activo y con espacio propio en el orden internacional.

Una Europa así organizada y con la identificación real de sus ciudadanos, podrá poner en valor la riqueza cultural e histórica que acumula, enriqueciéndola con la fortaleza de una unión de pueblos, para constituirse en un espacio de referencia frente a sociedades en vías de desarrollo. Podrá ofrecer a la comunidad internacional un espacio de defensa de la paz y fomentar asociaciones regionales (Latinoamérica, Asia, Medio Oriente, África…) que vayan más allá de los intereses comerciales y produzcan acuerdos y acciones internacionales para combatir los desequilibrios brutales que padece el mundo.

…Y LAS NACIONES UNIDAS

Por otra parte, dirigir la construcción de la Unión Europea en la dirección apuntada en párrafos anteriores puede ser de capital importancia para contribuir a solventar una gravísima amenaza que se cierne sobre nuestro tiempo y a la que, tal vez, no se le atribuye la gravedad que tiene: el progresivo debilitamiento de la Organización de las Naciones Unidas a causa de las Administraciones estadounidenses.

Las tramposas actuaciones del Gobierno Bush en el uso de las resoluciones de la ONU, las coacciones a los países débiles en el Consejo de Seguridad, el no acatamiento de los acuerdos internacionales en materias como justicia y medio ambiente, la descarada atribución de inmunidad penal a sus militares poniendo en evidencia la disposición previa para la violación de los Derechos Humanos, la guerra, invasión y ocupación de naciones basada en mentiras dichas solemnemente en el seno del organismo internacional, el expolio de la riquezas petrolíferas, la tortura, el asesinato simple y llano de civiles y, desde luego, la protección, financiación y estímulo de quienes son los mayores violadores de resoluciones de la ONU y practicantes del terrorismo de estado: los sucesivos gobiernos genocidas de Israel, hacen que la organización de las naciones del mundo se parezca, cada día más a un cascarón lleno de palabras pero sin ninguna capacidad de intervención en los asuntos de Derecho Internacional.

Y es en este tema de la ONU en el que ninguna otra instancia internacional, que no sea una Europa unida, fuerte y respaldada por sus ciudadanos, tiene posibilidades de rescatar la Organización de su deterioro y emprender las necesarias reformas en profundidad.

Pero vayamos más allá en la previsión de la necesidad de una ONU fuerte, reformada e independiente de la potencia hegemónica: el gran tema de las corrientes migratorias desde los países subdesarrollados hacia el primer mundo nos platea, aquí y ahora, un debate acerca de cómo encajar su acceso legal, su participación política, su integración social mediante políticas sociales (enseñanza, sanidad, vivienda…), sin producir tensiones o distorsiones insoportables. Pero este tema, seamos realistas en cuanto a su magnitud y su inexorabilidad, tarde o temprano, tendrá que superar las fronteras nacionales, y aún las regionales, y ser objeto de la intervención de las Naciones Unidas.

Qué duda cabe de que las avalanchas migratorias serán crecientes en frecuencia e importancia mientras no se aborden temas como el de la regulación de los precios internacionales de las materias primas, la indemnización por los sistemas ecológicos destrozados a los países víctimas de la explotación colonial y capitalista de sus recursos naturales, la elaboración de normas que garanticen el comercio justo y el desarme arancelario.

Medidas como estas contribuirán también a evitar enfrentamientos entre sociedades y propenderán a avanzar en la búsqueda de la paz en un mundo en el que existen actualmente más de 50 guerras olvidadas en curso. Pero medidas como estas sólo están al alcance de una instancia como Naciones Unidas. Y reforzar y reformar Naciones Unidas sólo está al alcance de una Europa unida a sus ciudadanos que, hoy por hoy, sólo puede ser impulsada por el socialismo democrático articulado internacionalmente.

INSTRUMENTOS DE PARTICIPACIÓN POLÍTICA

El fenómeno creciente de la presencia pública de los ciudadanos en los últimos años; a través de las ejemplares movilizaciones estudiantiles contra los desaguisados legislativos del partido Popular; de las manifestaciones internacionales contra los foros del capitalismo; de la organización espontánea y salida a la calle de la ciudadanía en plataformas como Aturem la Guerra, Nunca Mais o Antitrasvase; la recuperación de la olvidada capacidad de movilización sindical a partir de la huelga general del 20-J; todo ello pone en evidencia que la supuesta minoría de edad política que, teóricamente, arrastraban los pueblos de España después de 40 años de tiranía y represión, si existió, ya no existe.

La actitud movilizadora, especialmente de los jóvenes, contrasta nítidamente con las actitudes distantes y las carencias en las formas de hacer política desde las instituciones y los partidos políticos. Durante años, muchos de los que han ejercido la acción política desde esas posiciones, con frecuencia no han dado respuesta a las necesidades de cada momento político.

La ciudadanía, que durante años se contentaba con un papel pasivo, limitándose a ir a votar cuando se le convocaba para ello, plantea hoy unos niveles de exigencia y concienciación política inversamente proporcional a su confianza en las organizaciones políticas y sus dirigentes (excepción hecha de algún caso notorio).

Ante estas aspiraciones y exigencias de una sociedad en transformación, es obligación primera del socialismo democrático una cierta tarea de regeneración del prestigio de la política. Sería un gravísimo error y una culpable irresponsabilidad cerrar los ojos a lo que no estamos haciendo bien, con el argumento (o la coartada) de “si hemos ganado en todas partes ¿porqué habríamos de cambiar nada?”

Se debe recuperar para el Partido la condición de instrumento válido y necesario para la transformación social en detrimento de la pública percepción que se tiene de él como máquina exclusivamente electoral. Debe plantearse un cambio de actitudes, que están en las antípodas del proyecto socialista, tanto en el plano doctrinal y programático, como en el del compromiso militante y ético. Sólo así podremos conectar con las movilizaciones externas, liderarlas, impedir su agotamiento en luchas monográficas y conducirlas hacia una tarea de transformación social en Catalunya, en España, en Europa y en el mundo.

Con la caída del “Muro de Berlín”, se derrumbó todo un sistema (supuestamente comunista o capitalista de Estado), porque previamente estaba carcomido por la burocracia, por la represión, por la falta de libertades y por la injusticia social. Los que defendemos los valores del socialismo democrático, al cerrarse el siglo XX y abrirse el XXI, estamos obligados a evaluar nuestro proyecto histórico y nuestros comportamientos habituales para introducir los cambios necesarios.

Y en este comienzo de siglo, en que los grandes retos se están librando a nivel internacional, hemos de contar con instrumentos apropiados para coordinar la acción de los socialistas en dichos ámbitos. Lo hemos dicho al comienzo de estas reflexiones que, con modestia pero con rigor, ofrecemos al debate político del X Congreso del PSC: los partidos de ámbito nacional son imprescindibles pero no bastan frente a los desafíos de la mundialización. Tampoco sirven instrumentos como la Internacional Socialista (IS), si en ella no llegan a predominar opciones de carácter internacionalista del socialismo y cada partido defiende los intereses nacionales o de gobierno que cada uno representa (los ejemplos de que la organización no ha estado a la altura de su misión histórica abundan: guerra del Golfo, conflicto de los Balcanes, Irak, Palestina…).

Es necesario que demos pasos efectivos para fortalecer un verdadero Partido Socialista Europeo, con todas las características que debe tener un partido en el ámbito continental: definición programática, compromiso político y, finalmente, decisión de actuar conjuntamente, “todos a una”, para plasmar ese programa y ese compromiso.

SOCIALISMO… DEMOCRÁTICO

Un proyecto socialista realista y adaptado a cada momento histórico debe ser definido por la organización en su conjunto (he aquí la razón de adjetivar el socialismo como democrático) y no por tecnócratas o políticos profesionales con intereses loables, que pueden no serlo tanto. La organización socialista, en sus diferentes ámbitos de representación y actuación, debe sufrir una transformación para posibilitar que emerja, de entre su amplia militancia, lo más generoso, comprometido y noble de la misma. Debe crear --y hacer que funcionen rigurosamente los que ya existan-- mecanismos eficaces que detecten, denuncien y depuren actitudes y comportamientos deshonestos, individualistas o antisociales de quienes han sido honrados con responsabilidades orgánicas e institucionales. Si no se hace así, el Partido sólo será percibido como un aparato electoral y como un instrumento de colocación política de sus miembros. A tal efecto, cabría promover reformas en una línea igual o parecida a la siguiente:

a) Organización de los Partidos en corrientes de opinión política, a fin de hacer posible un debate plural y democrático y rescatar de la esterilidad las voces individuales sinceras, leales y, por lo tanto, valiosas y necesarias. Y, también, para que en su marco se defina la línea programática y se controle la fidedigna aplicación de la misma por nuestros cargos en las instituciones para las que son designados.

b) La representación en las listas electorales de cada corriente, en proporción directa a su representación, a partir de una presencia real del 10%.

c) Aplicar de forma inmediata la incompatibilidad, sin excepciones, entre cargos orgánicos e institucionales del mismo nivel.

d) La no permanencia en los cargos institucionales por más de dos mandatos seguidos.

e) La paridad de género en la composición de las listas

f) Garantizar de manera prioritaria la transparencia absoluta en la declaración de intereses de los cargos orgánicos e institucionales socialistas. Garantizar, asimismo, un eficaz control posterior y permanente a éste respecto.

No hemos querido entrar aquí a proponer actuaciones concretas en el ámbito de Catalunya ni de España; ya lo hemos hecho y seguiremos haciéndolo en otros momentos y ámbitos. Hemos pretendido aportar una reflexión abierta sobre temas importantes y globales de nuestro futuro y para que el socialismo democrático perfeccione y haga enérgicamente operativos los instrumentos necesarios y aptos para intervenir en la acción política con vocación transformadora: es decir, el Partit dels Socialistas de Catalunya, el Partido Socialista Obrero Español, el Partido Socialista Europeo y la Internacional Socialista.

SOMOS SOCIALISTAS

Antes de finalizar queremos añadir alguna reflexión sobre el hoy del socialismo. El reconocimiento del trío de palabras que caracterizan a la Revolución Francesa (el “eslogan” de la Revolución, dirían los tecnócratas de hoy) no puede hacernos olvidar el gran acervo social y democrático aportado por nuestros antecesores y maestros socialistas.

El socialismo no es sólo heredero de la Revolución Francesa, nació posteriormente precisamente para superar los tres conceptos de liberté, egalité et fraternité y es un proyecto de emancipación social de la clase trabajadora.

En España, la plasmación programática y organizativa del socialismo se produce hace 125 años con la fundación del PSOE, con un proyecto autónomo, de clase e internacionalista, que postulaba una nueva sociedad sin clases y la sustitución de la propiedad privada de los medios de producción por la propiedad colectiva de los mismos para poner, de esta forma, la economía al servicio de los intereses generales de la sociedad.

Ante la torcida dialéctica de las derechas, acusando al socialismo de arcaico, como si defendiéramos la aplicación actual y mimética del programa fundacional del siglo XIX, debemos reivindicar sin complejos nuestros orígenes, sabiendo que estos postulados primeros del socialismo han evolucionado --y deben seguir haciéndolo-- adaptando sus propuestas a cada momento histórico.

Afirmar que reconocer nuestros orígenes en el programa fundacional del socialismo es proponer hoy, sin más, sin matices, sin evolución histórica, sin actualizaciones, la colectivización de los medios de producción, es tanto como afirmar que reconocernos herederos de la Revolución Francesa es reivindicar la guillotina. Ellos, lo que en realidad hacen, es proteger sus intereses frente al peligro que supone para sus privilegios la continuidad histórica de nuestras ideas de emancipación, de justicia social, de libertades. No en vano ha sido gracias a las luchas por la emancipación de la clase trabajadora que se han conseguido las libertades democráticas actuales que todos disfrutamos: derechos de asociación, reunión, expresión, de voto (activo y pasivo), acceso a las instituciones políticas, derechos a la educación, a la sanidad, a los servicios sociales…

Debiéramos decirlo así: Somos Socialistas. No podemos aceptar que a pesar del enorme bagaje histórico de luchas y de conquistas sociales, en un contexto internacional en el que queda tanto por transformar y organizar democráticamente, se pretenda dar por acabada la necesidad de un proyecto de socialismo democrático.

Cuando sólo han transcurrido 4 años de esta centuria, existen en el mundo más de 50 conflictos bélicos; más de la mitad de la humanidad carece de los más elementales medios de supervivencia; la falta de agua potable afecta a millones de personas y produce centenares de miles de muertes infantiles; decenas de regímenes dictatoriales (un par de ellos censurados por los bienpensantes y todos los demás permitidos silenciosamente) sojuzgan y martirizan a pueblos enteros; la xenofobia, la marginación, el crecimiento del 4ª mundo, la esclavitud infantil, crecen casi sin intervención de la comunidad internacional… Sin embargo, también nosotros creemos que otro mundo es posible y necesario. Entonces, digámoslo así: “Somos Socialistas. Apoyados en nuestro legado ideológico y en el análisis de nuestro tiempo y de nuestra realidad, reivindicamos el derecho a transformar la vida y asumimos la obligación de hacerlo. Somos Socialistas”.

La Junta Directiva del CEDESC