dijous, 25 / setembre / 2008

El fracàs de la desregulació

El diari ABC eme publica a la seva edició catalana d'avui l'article que transcric a continuació:

El fracaso de la desregulación

La Reserva Federal Americana ha acudido a la compra del 80% de AIG, la mayor aseguradora de Estados Unidos, para evitar males mayores en un mercado financiero ya afectado por turbulencias muy notables. AIG es una de las empresas encargadas de cubrir el riesgo de morosidad de las denominadas «hipotecas basura», las subprime.

Hace ya más de veinte años que se viene denunciando el grave peligro que supone el «capitalismo de casino» glorificado por los neoliberales. Esas críticas eran ridiculizadas por aquellos que consideraban que el libre mercado no sólo se había impuesto a los sistemas económicos de planificación central, sino que garantizaría para siempre el progreso económico y la distribución más eficiente posible de los recursos. Pero no es así, la globalización desregulada ha acabado por provocar una de las crisis económicas más importantes de los últimos 100 años.

Inflación, paro, aumento de los tipos de interés, falta de liquidez en el sistema bancario y drástica contracción del crédito, disminución del poder adquisitivo y de la capacidad de ahorro de las familias, menor actividad económica, crisis de confianza y descenso en la inversión, son las consecuencias más notables de esta crisis. No obstante, ha habido que esperar al desplome de los mercados en el lunes negro del 15 de septiembre, junto a la quiebra de Lehman Brothers y la precaria situación de AIG para que Bush se decidiese a hacer algo.

También en nuestro país se han alzado voces significativas del empresariado reclamando una fuerte intervención pública. Hay quien ha hablado incluso de abrir un paréntesis en el sistema de libre mercado. Hemos escuchado a quienes suelen criticar a los gobiernos por estorbar, reclamar ahora una actuación enérgica. Hemos oído a quienes niegan que haya dinero para subir las pensiones mínimas o para desarrollar políticas sociales, a quienes sólo saben reclamar rebajas de impuestos, aplaudir el desembolso de 485.000 millones de euros del erario público estadounidense para salir al rescate de instituciones que se han comportado más como trileros que como gestores responsables de ingentes recursos.

Mientras la crisis afectaba a las economías periféricas, mientras sólo se trataba de la burbuja inmobiliaria, o del desbocado precio del petróleo o de las materias primas, no hubo reacción seria de los grandes garantes del sistema y de sus acérrimos defensores. Sólo ahora, cuando las bolsas se desploman, y muchos de los que se enriquecieron con la especulación han pedido ayuda, sale Bush al rescate.

Aún no vemos el final de la crisis, pero no me equivoco si digo que acabada ésta, se nos dirá que ha sido breve y que no cuestiona las bases del sistema, que no hay que preocuparse por regularlo mejor. No es cierto. Necesitamos una nueva visión, un marco regulador que asegure un sistema financiero global, sólido, eficiente y justo, que no esté a merced de movimientos especulativos. Un sistema capaz de proteger a los emprendedores, a las pequeñas y medianas empresas, a los autónomos y a los trabajadores. Un sistema al servicio de la mayoría, sometido a unas reglas que no sólo sirvan a los más fuertes. Sólo así evitaremos que el pánico de Wall Street se repita llevándose por delante el bienestar que tanto cuesta ganar a tantos.