dijous, febrer 10, 2005

Un sí convençut

Avui el diari ABC en la seva edició catalana em publica l'article que us transcric a continuació:

UN SÍ CONVENCIDO

Votaré sí porque creo en el proyecto europeo. Desde siempre Europa ha sido para mí el horizonte de democracia y progreso al que Cataluña y España debían aspirar. Esa fue la educación política que recibí de mis abuelos y de mi padre. Intuitivamente siempre supe que nuestro futuro estaba en Europa, y con el tiempo esa intuición no ha hecho sino confirmarse: en el siglo XXI, Europa es la mejor garantía de paz, libertad, prosperidad y justicia social. El referéndum del próximo 20 de febrero nos proporciona la oportunidad de votar «sí» a la Constitución para fortalecer la unión política, el dinamismo económico y la cohesión social de los pueblos de Europa.

Votaré sí porque estoy convencido de que nos conviene más Europa. El 90% de la inversión extranjera que recibimos proviene de países de la UE, que son el destino del 74% de nuestras exportaciones, y de los que proviene el 87% de los turistas que nos visitan. Una cuarta parte de nuestra renta agraria se debe a las ayudas directas de la Unión. Europa nos ha ido bien. Ahora necesitamos dar un paso adelante, votando «sí» a la Constitución europea, para garantizar el bienestar de todos en la economía globalizada y altamente competitiva del siglo XXI.

Somos muchos los que estamos contra las guerras, los que pensamos que otro mundo es posible, que es preciso que la democracia y los derechos humanos abarquen todo el planeta, que hay que promover la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente, que hay que regular la economía globalizada a través de instituciones internacionales para preservar el modelo social europeo e impulsar el desarrollo de los países del tercer mundo. Y esto sólo será posible en una Europa más fuerte, con más capacidad de decisión y más peso en el mundo.

Por ello, en mi opinión, votar «no» no resulta lo más adecuado desde una perspectiva catalanista, progresista y europeísta. Sin embargo, parece claro que hay personas que aún compartiendo esos valores quieren votar «no» convencidas que una derrota del «sí» daría paso a la elaboración de una propuesta constitucional más ambiciosa. Los socialistas consideramos profundamente errónea esa apreciación. Una derrota del «sí» se convertiría con toda seguridad en una derrota del proyecto de construcción europea, pues el «no» sería capitalizado por quienes lo integran mayoritariamente en los 25 Estados miembros de la Unión Europea, es decir, los partidos más euroescépticos y todos los partidos claramente antieuropeos.

En efecto, sólo basta con repasar la votación en el Parlamento europeo del Informe sobre la Constitución europea presentado por Íñigo Méndez de Lugo (PPE) y Richard Corbett (PSE). De los 137 votos contrarios al Informe, 45 pertenecen a formaciones de izquierdas y 92 corresponden a formaciones euroescépticas o antieuropeas (Partido Conservador británico, Partido por la Independencia del Reino Unido, Frente Nacional francés -Le Pen-, el neofascismo italiano, la Liga de Familias de Polonia, el Partido Democrático Cívico de Chequia, el Partido Liberal Austriaco de Jorg Haider, el antiguo Vlaams Blok flamenco, el Partido Unionista norirlandés de Ian Paisley).

Como las opciones en un referéndum se reducen a dos, las coincidencias en el voto no debieran escandalizar pues pueden tener motivaciones radicalmente distintas. Las razones de mi voto afirmativo no tienen por qué coincidir con las de Silvio Berlusconi. Pero el fondo de la cuestión no es la coincidencia, sino el efecto real de uno y otro voto. Y ahí tenemos con ERC, ICV, IU y EUiA una discrepancia muy grande. Mientras ellos están convencidos de que el «no» abriría el camino a una Europa más fuerte, unida, social, ecológica, democrática, comprometida con las naciones sin Estado, nosotros estamos convencidos de que sucedería todo lo contrario, de que el «no» abriría una etapa de crisis en la que sólo primaría la dimensión económica del proyecto europeo, en la que la integración política experimentaría un frenazo a favor de una estricta colaboración intergubernamental, especialmente arriesgada en la nueva Europa de los 25.

Por todo ello votaré sí. Como la inmensa mayoría de los socialistas, socialdemócratas y laboristas europeos, como la gran mayoría de los verdes europeos, como lo demanda la Confederación Europea de Sindicatos. Como hubieran votado mis abuelos y mi padre.